Sant Antoni calienta motores, todo para las fiestas
Las fiestas de Sant Antoni son unas de las más arraigadas en Mallorca. Se celebran entre el 16 y el 17 de enero, día del santo, en casi todos los municipios de la isla, aunque los más famosos y que nadie quiere perderse son Sa Pobla, Manacor, Pollença, Artá o Muro.
La celebración tiene su origen en las ceremonias paganas que tenían lugar en las islas, cuando los payeses se encomendaban a Sant Antoni, patrón de los animales domésticos, para obtener su protección.
Según la leyenda, el santo nació en Egipto en el año 251, se quedó huérfano y a cargo de una hermana pequeña, y decidió repartir sus bienes entre los pobres. Tras dejar a la niña al cuidado de una comunidad religiosa, el santo marchó hacia el desierto para vivir en ayuno y penitencia.
Demonios y hogueras
Los demonios y el fuego son los principales protagonistas de esta fiesta, que aprovecha el frío invierno para salir a la calle y festejar, comer y beber alrededor de las hogueras.
En Sa Pobla el 16 de enero tiene lugar la “noche más bruja”, en la que los demonios salen del ayuntamiento, que se convierte en un espectáculo de luces y pirotecnia. Acompañados por la música atronadora, los “dimonis” danzan por el pueblo haciendo trastadas.
En Artá, Muro, Pollensa o Manacor, con pequeñas variaciones, la fiesta es muy parecida y gira en torno a las grotescas figuras que evocan a los habitantes del infierno, pero también aprovechan la ocasión para degustar una gastronomía propia y muy popular.
Es el tiempo de asar en el fuego sobrasada, butifarrones, panceta, lomo y pan, y degustar las espinagadas. Se trata de unas empanadas a base de col y coliflor que originariamente se elaboraban sólo con anguila, pero que hoy en día se pueden degustar también de lomo de cerdo. Son muy populares especialmente en Sa Pobla, donde suelen ser estar muy condimentadas, sobre todo con especias picantes.
Las Beneïdes, la bendición a los animales
Al día siguiente los pueblos mallorquines celebran, también con pequeñas diferencias según la tradición de cada zona, las beneïdes.
Las personas que tienen animales y mascotas desfilan ante el párroco o representante de la iglesia que corresponda, para recibir el agua bendita de Sant Antoni.
La explanada de la Catedral de Mallorca, en Palma, se llena de animales que son bendecidos en un desfile que dura horas y al que suelen asistir los niños de los colegios de la zona para disfrutar de la fiesta. En Muro la celebración es muy parecida.
Y en Pollensa destaca el Pi de Sant Antoni, una tradición que lleva a un grupo de voluntarios a llevar un pino desde la posesión de Ternellas hasta la plaza Vella de la Vila. Allí el tronco, limpio de ramas y corteza, se enjabona y se apuntala en la plaza para que los jóvenes de la localidad traten de trepar por él para llegar los primeros a la punta, donde otrora un gallo vivo, y ahora uno de plástico, aguarda en una jaula al vencedor.
Sant Antoni es una fiesta que vale la pena vivir. El fuego, los demonios, el frío, el picante de las sobrasadas y de a espinagada hacen de la primera fiesta oficial del año en la isla -pasados los Reyes- un encuentro muy especial que se vive con intensidad en toda Mallorca. Hay otras fiestas, por supuesto, e hicimos un recorrido de ellas .